Ojalá y en tu empresa no haya jefes que en algún momento han utilizado frases similares a las siguientes:
“Esto está mal, ¿qué no sabes hacer bien tu trabajo?”
“No te pago para que tengas ideas, aquí el único de las ideas brillantes soy yo”
“Si no te gusta el trabajo ahí está la puerta, tengo allá afuera a 20 esperando una oportunidad para trabajar aquí”
“Deberías estar agradecido por trabajar aquí”
“Yo no sé qué haces trabajando aquí”
“Me vale si me quedo sin personal, puedo contratar mejores personas que ustedes”
Pero si estas frases son su modus operandi, te puedo apostar entonces que en ese equipo de trabajo hay un clima laboral de mucha tensión, inconformidades, no se logran los objetivos, hay una gran rotación de personal, la gente está totalmente desmotivada, no se ponen la camiseta, y en fin, lo peor del asunto es que hay un solo responsable de que todo esto ocurra: EL JEFE. Un jefe que se conduce con este tipo de conductas tiene la imperiosa necesidad de demostrar constantemente su valor, su nivel, su capacidad… y esta necesidad nace, me duele decirlo, de una increíble falta de autoestima.
La autoestima tiene dos ejes: la capacidad de sentirse competente y seguro y la capacidad de valorarse y respetarse a sí mismo. Los jefes con baja autoestima tratan de subirla a toda costa y entonces generan conductas que los haga sentir poderosos, a través de los gritos, las humillaciones, la prepotencia y estas conductas hunden y lastiman inimaginablemente a los demás. Cada vez que encuentra un error en alguna persona, cada vez que se convence de que sus ideas son las mejores, cada vez que humilla, está tratando de subir su autoestima, pero es de manera ficticia. Es como intentar inflar un globo con un hoyito. Quizá puedan inflarlo, pero no tarda mucho en que el globito se vuelva a desinflar, y así como el globo, la autoestima “elevada” a través de este tipo de acciones tarda muy poco en recuperar su bajo nivel.
¿Otros indicadores? Son personas que necesitan hablar constantemente de sus logros, que tienen que mostrar un status, los excesivos celos profesionales, la incapacidad para innovar y cambiar, la necesidad de tener “fuero”… el verdadero conflicto es el cómo salir de este círculo vicioso, porque en las empresas hablar del estilo de liderazgo del jefe es un tema tabú: los colaboradores no lo externan por temor a represalias, y el jefe no es consciente que su problema se debe a una falta de autoestima. El primer paso es, como en AA: la aceptación. Si un alcohólico no acepta que es alcohólico no puede dar los siguientes pasos para cambiar. Lo mismo en este caso. Se necesita aceptación de una realidad presente para entonces estar en la posición para poder hacer lo necesario para cambiarla. En serio, ¿quieres un excelente clima laboral en tu trabajo? ¿que tus colaboradores trabajen satisfechos, plenos, felices?, ¿quieres que los objetivos se rebasen, que la gente aprenda y se quede contigo para aplicar lo aprendido?, ¿quieres que tu gente traiga la camiseta puesta y tu logo tatuado en la piel?, ¿quieres un equipo altamente competitivo, súper motivado y conectado con la organización? EMPIEZA POR TI. Independientemente que te hayas visto reflejado o no (espero que no) en este texto, pero para poder iniciar con el cambio en tu organización, el primero en cambiar sí o sí debes ser tu.
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